Pilar Narvión y Juan Carlos Soriano en una fotografía de Víctor Baena.

Nadie mejor que otro reconocido periodista turolense, el biógrafo de Pilar Narvión Juan Carlos Soriano, para presentar Turia en Alcañiz. Él es el autor del certero perfil que publica la revista cultural del Instituto de Estudios Turolenses (IET) de la Diputación de Teruel (DPT) de una de las mujeres más relevantes de los medios de comunicación en el pasado siglo. Se titula “Pilar Narvión: el periodismo como forma de contar la historia” y se complementa con una antología de textos que recoge fragmentos de algunos de los materiales más relevantes y originales que publicó la la periodista en la prensa de la época.

El homenaje a Pilar Narvión es muy oportuno por cuanto el día 30 de marzo se cumplió el centenario de su nacimiento. Y es motivo más que suficiente para que la Turia se presente por primera vez en su ciudad de nacimiento, Alcañiz. El acto tendrá lugar el próximo miércoles día 6 de abril, a las 19 horas en el Palacio Ardid, y reivindica la valiosa trayectoria profesional y la extraordinaria personalidad de una de las hijas más ilustres de la capital del Bajo Aragón.

Se da la circunstancia de que el autor del artículo que Turia dedica a Pilar Narvión es también de otro reconocido periodista turolense: Juan Carlos Soriano. Quien hace años escribiera la biografía “Pilar Narvión, andanzas de una periodista perezosa”, nos cuenta ahora que fue el alcañizano Mariano Romance quien le inoculó a su paisana y sobrina el veneno de la letra impresa: “Aquel personaje valleinclanesco había fundado, y llevó a la quiebra, varias publicaciones en el Bajo Aragón turolense; por entonces dirigía Amanecer, y Pilar, además de dictarle el nombre de los suscriptores para hacerles el envío, controlaba quién bajaba y subía al autocar del pueblo con el fin de publicar sus nombres en una sección titulada Viajes”.

Fue Pilar Narvión una periodista que manejó el idioma con destreza y su capacidad de análisis era legendaria entre los compañeros de profesión. Esas dos cualidades le hubieran bastado para ser buena periodista, pero, además, tuvo el privilegio de presenciar los acontecimientos que marcaron la Historia de España y Europa en la segunda mitad del siglo XX. Tras sus corresponsalías en Roma y París,  le tocó vivir, contar y analizar, en primera línea como cronista parlamentaria, la Transición española: desde el hara-kiri de las Cortes franquistas hasta el triunfo del PSOE en octubre de 1982, incluido el esperpento del 23-F.

Según escribe Juan Carlos Soriano en TURIA, la última y definitiva década de la carrera profesional de Pilar Narvión la convirtió en la gran cronista de la Transición española: “Las crónicas parlamentarias de Pilar Narvión desvelan olfato político, pues se anticipa muchas veces a los hechos. Su estilo alterna la ironía, a veces abiertamente humor, con referencias a los clásicos (busca el parangón exacto, sin atribular con citas pedantes) y la cultura popular; ahí reside el secreto de que se conserven frescas medio siglo después. Ahí y en que hiciera caso al consejo que le dio una de las periodistas más renombradas de la República, Josefina Carabias, con la que trabó amistad cuando regresó del exilio y a la que llamaba, familiarmente, Pepita: “Escribe pensando en lo que le interesa al lector. No para que te lean otros periodistas y los políticos. Escribe así, o te quemarás en dos días”.

Pilar Narvión se prejubiló en 1983, a los 61 años, aunque siguió firmando columnas en Pueblo hasta que cerró el periódico, un año más tarde. Bien mirada, su trayectoria profesional fue corta: 33 años de una vida que alcanzó los 91. Pero fue una carrera intensa. Si la suerte es, como dijo Séneca, una suma de preparación y oportunidad, ella, que tenía cultura y buena pluma, se encontraba en primera fila cuando sucedieron hechos muy importantes de nuestra reciente historia.

Juan Carlos Soriano recuerda en Turia que “hasta días antes de su muerte, acaecida en Madrid el 7 de julio de 2013, cada mañana leía varios periódicos de distinta línea editorial. Conservó intacta la curiosidad por todo lo que la rodeaba, haciendo buena aquella aseveración suya que convirtió en leitmotiv: “El periodista es el último humanista de nuestro tiempo”.

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