JOSÉ LUIS BORAU ES EL GRAN PROTAGONISTA DELNUEVO NÚMERO DE “TURIA”

JOSÉ LUIS BORAU ES EL GRAN PROTAGONISTA DELNUEVO NÚMERO DE “TURIA”

La directora de cine y guionista Rosa Vergés presenta, en un acto que se desarrollará en el Centro Cultural de Círculo de Lectores en Madrid, el número de la revista cultural TURIA dedicado al cineasta y escritor José Luis Borau. Una entrega de más de 500 páginas que constituye una completa, atractiva y enriquecedora aproximación a la destacada personalidad y valiosa obra fílmica y literaria de Borau. Se consigue, así, ofrecer al lector una exhaustiva y sugerente radiografía de uno de nuestros intelectuales más sabios, avisados y versátiles. Un creador con mayúsculas que, sin duda, se encuentra muy lejos de ser «un error de casting» como ha llegado a autodefinirse el propio interesado.
El amplio y sugestivo monográfico de TURIA protagonizado José Luis Borau (Zaragoza, 1929) constituye, sin duda, el contenido estrella de este número. Puede decirse, en ese sentido, que el sumario que se brinda al lector ávido de conocer con detalle el universo Borau resulta espectacular, máxime porque junto al interés de sus textos une el que sus autores sean reconocidos nombres propios de la cultura española. Así, sobre Borau escriben, entre otros, académicos como Mario Vargas Llosa, Luis García Berlanga o Antonio Fernández Alba; directores de cine como Jaime de Armiñán, Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando Méndez Leite o Rosa Vergés; actrices como Icíar Bollaín, Marisa Paredes y Alicia Sánchez; estudiosos del cine o la literatura española como Agustín Sánchez Vidal, Román Gubern, Carlos F. Heredero, Miguel Marías, Esteve Riambau, Rafael Utrera, José Carlos Mainer, Pablo Pérez Rubio, Carlos Gurpegui, Luis Alegre y Francisco Javier Millán. No faltan los textos de escritores como José María Conget, la historiadora del arte Chus Tudelilla o los directores de la Filmoteca Española, José María Prado y del Archivo de la Filmoteca de Zaragoza, Ana Marquesán.
Especial interés tiene la extensa entrevista exclusiva que TURIA publica en la que Borau confiesa : «Mis películas son como una caja china, esconden muchos secretos». Y también, como cierre del dossier, se publica una pormenorizada y utilísima cronología elaborada por Bernardo Sánchez Salas sobre las casi infinitas ocupaciones vitales que jalonan el dilatado currículo del responsable, entre otras, de películas como «Furtivos», uno de los filmes míticos de nuestro cine.
Además de esa atención especial a José Luis Borau, las páginas de TURIA contienen las secciones habituales dedicadas a la creación literaria, ensayo, entrevistas, crítica de libros o los apartados destinados a temas aragoneses. Así, en esta entrega se publican narraciones inéditas y secuencias de futuras novelas de Soledad Puértolas, Eloy Tizón, Fernando Royuela, Isaac Rosa, Eduardo Halfon y Mercedes Cebrián. Igualmente se edita el cuento ganador del Premio Teruel de Relatos, del que es autora la escritora argentina Carolina Ortega.
Juan Eduardo Zúñiga, Adam Zagajewski y Cormac McCarthy son igualmente algunos de los protagonistas de este sumario. Sobre Juan Eduardo Zúñiga, asegura en un sugestivo artículo el profesor Fernando Valls que es un escritor merecedor del máximo interés, una circunstancia sólo paliada en los últimos tiempos. No en vano, «quien desee saber lo que supuso para la gente corriente nuestra guerra civil, su verdad más íntima y profunda, debería leer a Juan Eduardo Zúñiga y su trilogía formada por Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria». Por otra parte, Alvaro de la Rica analiza la obra autobiográfica del poeta, novelista y ensayista polaco, Adam Zagajewski, uno de candidatos europeos al Premio Nobel de Literatura. De otro de los referentes de la narrativa contemporánea, el norteamericano Cormac McCarthy, TURIA realiza una rigurosa aproximación a las características de su universo literario a través de un artículo de David Río.
También TURIA publica poemas de, entre otros, Juan Manuel Bonet, Jesús Ferrero, Amalia Bautista, Javier Lostalé, Jordi Doce, Joaquín Pérez Azaustre, Carlos Pardo, Guadalupe Grande, Julieta Valero, Raquel Lanseros, Sandra Santana, Martín Rodríguez-Gaona, Adolfo Burriel, José Antonio Conde y Laura Martínez Escudero.
Javier Gomá Lanzón, Premio Nacional de Ensayo y Director de la Fundación Juan March, ocupa la sección denominada «Pensamiento» de TURIA con un fragmento de su próximo y estimulante libro titulado Ejemplaridad pública. Se trata de un texto de gran calado sobre la democracia y su tarea moral en el que, entre otras cuestiones, se afirma: «la causa del actual descontento se halla en la escisión entre individualización y socialización dentro de la cultura democrática».
ENTREVISTAS A VICTORIA CAMPS Y CHEMA MADOZ
En el sumario sobresalen dos amplias y muy reveladoras conversaciones en exclusiva con Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidenta del Comité de Bioética de España, y con el fotógrafo Chema Madoz, cuyas sugerentes imágenes sirven para ilustrar este nuevo número de TURIA.
Victoria Camps es autora de una obra amplia que abarca cuestiones de ética y educación, filosofía y religión y ha recibido, entre otros galardones, el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Opina Camps que «educar para la ciudadanía es el mínimo común ético que necesitamos» y que «si la educación es un derecho, y pretende formar la personalidad, tenemos que ponernos de acuerdo sobre qué quiere decir esto. Las sociedades son plurales y la educación tiene que reflejar también esa pluralidad». Considera también que «el fundamentalismo es la negación de la tolerancia, y la tolerancia es una virtud democrática fundamental. Al fundamentalista no hay que aceptarlo como parte de una democracia si no renuncia a su fundamentalismo. El problema es cómo se hace eso. Igual que la cuestión es cómo se le dice a la mujer musulmana que deje el velo, pues es de procedimiento. Y es que la democracia es eso, afinar en los procedimientos».
La otra gran entrevista de TURIA está dedicada a Chema Madoz, uno de los fotógrafos españoles más reconocidos y aclamados por el gran público y por la crítica. Madoz declara no considerarse «ni un artista ni un fotógrafo profesional» y, pese a ello, tiene en su haber un Premio Nacional de Fotografía y fue el primer fotógrafo español que expuso en el Museo Reina Sofía. El prefiere el silencio de su estudio y seguir ejerciendo como prestidigitador de lo cotidiano, fabricando imágenes que, según afirma, no son sino «ideas pintadas de plata». Esa original manipulación de los objetos ordinarios, que luego fotografía en blanco y negro, rodea a sus composiciones de una poesía que fascina e intriga al espectador. Madoz no niega que su propósito con la fotografía es «tocar la inteligencia del espectador más que hacer una imagen estéticamente bella».
BORAU, UNA MIRADA SUTIL SOBRE EL SER HUMANO
Como señala José María Conget en TURIA, en la obra de Borau encontraremos que «una coherencia ejemplar preside el aparente contraste». Lejos de simplificaciones y encasillamientos sus trabajos fílmicos y literarios siempre nos proponen «una mirada sutil sobre el ser humano, sus pasiones y sus secretos». Una mirada cimentada en su inmensa cultura que administra con exquisita discreción, aquilatando la mucha sabiduría de su experiencia profesional con el impulso y la audacia que sólo brinda la independencia, la capacidad de ser el dueño de su propio destino creativo.
Un buen retrato de Borau sería el que publica Carlos F. Heredero en TURIA, cuando nos lo describe como «mezcla de aventurero ingenuo, intelectual gruñón, niño grandote y profesor reflexivo». José Luis Borau sería, por tanto, «un hombre que ha mantenido incólume, con la cabezonería propia de un chiquillo tozudo y caprichoso, una programación de su existencia trazada con voluntad de hierro, construida con el tesón y con la lucidez de quien siempre ha sabido lo que quería y de quien ha desarrollado sus capacidades creativas e intelectuales en atípica y difícil armonía con cierta ingenuidad natural».
TURIA ofrece un rico y diverso conjunto de textos inéditos que permiten obtener una visión certera del cineasta y situar a Borau en el relevante lugar que le corresponde en cualquier balance del panorama cultural español. Para Agustín Sánchez Vidal, autor del artículo que abre un dossier de más de 200 páginas, Borau es un personaje «tan singular y prevenido. Que ha sido periodista, plumilla, publicista y cocinero antes que fraile y académico». En todas sus tareas se ha desempeñado siempre Borau con inteligencia, riqueza de matices y seriedad, «como un antídoto contra la tendencia ibérica a la improvisación y la chapuza». Buena prueba de ello son películas como «Furtivos», «Río abajo», «Tata mía» o «Leo». O el imprescindible «Diccionario de cine español» que dirigió. O sus libros de relatos, como «Camisa de once varas», «Navidad, horrible navidad» o «El amigo de invierno».
Sobre Borau escriben, entre otros, académicos como Mario Vargas Llosa (que lo describe como un creador de gran talento artístico en cuya obra «se refracta, en toda su complejidad y problemática, el tiempo que le ha tocado vivir»), Luis García Berlanga («José Luis Borau, académico: nadie es perfecto») o Antonio Fernández Alba («Calígrafo de las texturas del tiempo»). En el ámbito de los directores de cine, Jaime de Armiñán confiesa: «Borau y yo somos dos viejos gruñones»; Manuel Gutiérrez Aragón subraya, por su parte, que «Borau tiene una gran honradez intelectual»; Fernando Méndez-Leite no tiene reparos en reconocer que «todo lo que se de cine lo he aprendido de Borau»; Rosa Vergés escribe sobre el Borau guionista («La letra en la mirada»). En cuanto a sus actrices, Icíar Bollaín reconoce: «Borau decidió que yo era su nieta cinematográfica», Marisa Paredes cree que «Borau es esa persona a la que uno quiere abrazar, estar siempre cerca de él». Alicia Sánchez afirma que la experiencia de «Furtivos» le resultó definitiva y que, en aquella película, «Borau estaba desbordado por las circunstancias». Además de los ya citados, otros destacados estudiosos del cine y la literatura también participan en este homenaje colectivo: Miguel Marías («José Luis Borau y el sueño americano»), Esteve Riambau («Tiemblen después de haber reído. Los films de José Luis Borau»), José Carlos Mainer («Los recuelos del corazón (Los cuentos de José Luis Borau)», Pablo Pérez Rubio («Borau en letras: una cartografía»).
Román Gubern traza una certera semblanza y lo describe así: «personaje poliédrico, francotirador resistente, ese grandote José Luis Borau, con su aire despistado a lo Harry Langdon, aparece en nuestro paisaje audiovisual como un singular outsider del cine español».
Luis Alegre califica a Borau como «raro, maravilloso, furtivo». La historiadora del arte Chus Tudelilla anota que «uno de los rasgos que mejor definen su personalidad es su insaciable afán de conocimiento» y analiza sus artículos sobre arte y arquitectura. Rafael Utrera nos habla de su película «La Sabina». Francisco Javier Millán hace lo propio con «Río abajo» y Carlos Gurpegui se ocupa de «Leo». Ana Marquesán nos cuenta el proceso de restauración de «Furtivos» y el director de la Filmoteca Española, José María Prado, señala a Borau como su gran aliado «por su sensibilidad con todo lo que es la memoria, la conservación, la preservación del patrimonio». Alberto Sánchez, en un testimonio cargado de lúcida ironía, titula su comentario de un modo revelador: «José Luis Borau, en Madrid, a Dios gracias».
Otro elemento relevante del dossier es una larga y muy recomendable entrevista con Borau. Algunas frases del cineasta son: «Haciendo cine he conseguido lo que quería», «Mis películas son como una caja china, esconden muchos secretos», «El guión es al cine como una partitura es a una ópera», «Es cierto que mi carrera no ha tenido un reconocimiento exterior. Son películas muy raras para Estados Unidos, y para Europa también» o «Creer una cosa y llevarla a la práctica, eso es muy difícil y lo admiro mucho».
El colofón del monográfico de TURIA lo encontraremos en una pormenorizada y utilísima cronología de lo que ha sido la trayectoria vital y creativa de José Luis Borau, elaborada por Bernardo Sánchez Salas.
El sumario de este número 89-90 de TURIA contiene también el apartado habitual de «La isla», con fragmentos del diario de Raúl Carlos Maícas ilustrados por Isidro Ferrer.
REDESCUBRIR A MIGUEL ARTIGAS Y GABRIEL GARCIA-BADELL
En su trabajo «Miguel Artigas: el vitalismo cultural de un gongorista turolense», Francisco Lázaro Polo indaga y da a conocer las claves biográficas y temáticas de un personaje de gran calado intelectual nacido en la localidad de Blesa en 1887 que llegó a ser director de la Biblioteca Nacional. Discípulo y continuador de las enseñanzas de Marcelino Menéndez Pelayo, fue Artigas un adalid del pensamiento conservador que recelaba de la política aunque terminaría comulgando con los plantamientos ideológicos del franquismo. No obstante, según señalaría su amigo José María de Cossío, «fue uno de esos hombres de espíritu sano, honrado y generoso que hacen apacible el camino de la vida a quienes tienen la fortuna de encontrarse cerca de ellos».
La curiosidad y el entusiasmo investigador de Miguel Artigas lo abarcaría todo, desde los estudios filológicos de textos antiguos al teatro del Siglo de Oro, desde Jovellanos a Menéndez Pelayo. Colaborador en la prensa de Santander y de Madrid, fue traductor, consumado bibliófilo y editor de sabrosas antologías poéticas. También indagó sobre la tradición de los Amantes de Teruel con un talante ecléctico: defendería la tradición pero sin chauvinismos, asegurando que los motivos literarios incrustados en la historia legendaria de los Amantes se encuentran en otras culturas.
Pero el principal objetivo de este artículo sobre Miguel Artigas es resaltar su relevante papel como notabilísimo estudioso y difusor de la obra de Góngora, que tanta influencia tendría en la llamada generación poética del 27: Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguierre, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre.
Con pluma certera y ágil, Artigas abordaría la cuestión en un libro de 1925: «Don Luis de Góngora y Argote. Biografía y estudio crítico». Una obra que es, ante todo, «una reflexión entusiasta sobre
la creatividad gongorina, sobre el vanguardismo de un artista consumado, además de una aportación a la recopilación de varias poesías que el investigador turolense encuentra y que propone para la realización de una futura, aunque inmediata, edición crítica».
Fue Artigas, junto a Dámaso Alonso, uno de los más consumados y apasionados eruditos gongoristas: lo consideraba el renovador del lenguaje poético, todo un maestro en la utilización del cultismo y del hipérbaton latinizante, un verdadero genio en el arte de la amplificación que propiciaba deliciosas descripciones que embargaban los sentidos. Sin duda, en el ámbito del tricentenario de la muerte de Góngora, el papel de Miguel Artigas resultó de referencia incuestionable para cuantos desde entonces y hasta nuestros días se han aproximado a la figura y la obra del poeta Luis de Góngora.
LEER HOY A UN EXISTENCIALISTA
Olga Pueyo Dolader publica en TURIA un excelente artículo que contribuirá al necesario redescubrimiento de la figura y la labor creadora de Gabriel García Badell (Madrid, 1936 – Canfranc, 1994) en un momento en que su obra se encuentra inmersa en un injustificado olvido y de la que quedan todavía diversos materiales inéditos por editar.
Con buen criterio se nos dice que las obras de García-Badell poseen, por su amplitud temática y alto grado de rigor intelectual, una valoración que las sitúa muy por encima del paisanaje literario. Buena prueba de esa calidad literaria lo atestigua el hecho de que nuestro autor quedara cuatro veces finalista del prestigioso Premio Nadal de novela: con «De Las Armas a Montemolín», en 1970; «Las cartas cayeron boca abajo», en 1972; «La zarabanda», en 1977; «Nuevo auto de fe», en 1979. Y una quinta quedó semifinalista: con «Funeral por Francia», en 1973. Otros galardones le fueron más propicios, así en 1975 obtendría el Premio de Periodismo Ramón J. Sender y, en 1981, el Premio de novela Ciudad de Barbastro con su obra «Sedetania libertada». Son reconocimientos a quien, desde 1968 con la novela «Las manos de mi padre», nunca dejó de escribir y dio a la luz pública un total de dieciséis títulos y una importante obra inédita que «aguarda a un editor tan exigente y genuino como lo fue el propio autor».
Conviene subrayar que, aunque la geografía aragonesa tiene un amplio eco en la narrativa de García-Badell (la trama de gran parte de sus novelas se sitúa bien en los paisajes del Pirineo, en la ciudad de Zaragoza o en Huesca), su trabajo tiene poco que ver con el costumbrismo. Muy al contrario, es un autor que busca nuevos modos de novelar y que convierte la escritura en un método de indagación interior: «En la totalidad de su obra -nos dice Olga Pueyo- domina el carácter existencial de los planteamientos; sus protagonistas son seres que agonizan, en el sentido unamuniano del término, ante el problema de la autenticidad del hombre. Y aunque no hay una excesiva complejidad experimental, sus novelas requieren un lector atento, pues bajo una apariencia tradicional la trama aparece trufada de un profundo simbolismo, siendo la alegoría como interpretación del mundo lo que mejor define su producción. Así, desde su primera novela, plantea García-Badell lo que ha de ser el nudo sobre el que girará toda su obra: la consideración trágica de la existencia».
Finalmente, una extensa sección de crítica de libros denominada «La Torre de Babel» se ocupa de la actualidad editorial y cierra el sumario de la revista. TURIA es una publicación cuatrimestral, editada por el IET de la Diputación de Teruel, el Ayuntamiento de Teruel y el Gobierno de Aragón. Este número cuenta también con el apoyo de la CAI
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